jueves, 15 de diciembre de 2011

A una pared escrita

Sin fe para contar me pongo a ello,
y le robo al día un destello que se perdía,
un sentir que no salda deudas pendientes,
una lejanía que estaba en frente, y de las
paredes escritas tomo palabras prestadas,
entre colores descoloridos y líneas inclinadas,
la soledad se apropia de nombres repetidos
de historias inacabadas, y tú y yo ausentes.

En ese paseo a ningún lado de esa fuga hacia
el pasado, me distraje con burbujas de jabón,
de aquel rincón su espacio, de aquella espera
lo inesperado, de aquellos días aquel rato,
y de esa estación fría, el sueño y el desvelo,
de aquel regreso el no haberme marchado,
de aquellas prisas las sonrisas, y los mil lunares
como estrellas entre cuentas de un rosario.

Diez dedos pringados y un helado derretido,
el horario interrumpido por aquel obediente
reloj, cruda madrugada que nos marcó el
camino de vuelta y de ida, y esa pelea perdida
con la levedad de la nada y el todo, esos besos
sin modos, y el sexo bebido sorbo a sorbo,
ese mundo sin universo que vaga a la deriva,
ese quiero sin puedo, esa forma de vida.

Ese frescor al amanecer de una resaca, esa "flaca",
esas cervezas de la esperanza, y ese plato del día
que es todo un manjar, esa compañía que no
tiene precio, esa confesión frente al espejo, ese quien
da más, ese pensamiento que va y viene, ese placer
de los placeres, esos excesos de pelo en pecho,
esos recuerdos que nunca vuelven,  esos olvidos
que siempre vienen, ese pecado que nunca lo fue.