lunes, 23 de abril de 2012

Cuatro amaneceres

Me quedo contigo siempre, y a pesar de todo,
con tu cercana distancia hecha trizas ayer mismo,
con unas palabras mal dichas al borde del abismo,
y la desnudez de cuatro amaneceres a tu lado.

Me quedo con tu apellido prendido al mio,
vagando junto a nombres que nunca nacerán,
con esas sonrisas sobradas de intimidad,
y esas palabras que buscaron tu comprensión.

Me quedo con la pena de no ser como quisiera,
con tus gestos, y el tiempo en primavera, con
haber dibujado el camino de regreso en verano,
y vencer mis miedos, contando nuestros pasos.

Me quedo con ese atardecer al alba, y con
la pereza que me regaló la vida a tu lado,
con el sabor de unos dedos que te escarbaron,
y con el primer sorbo de ti, al vencer la noche.

Me quedo con el sueño roto, con mis reproches,
y con los restos de humedad en nuestros cuerpos,
con el dolor de aquello que se acaba, y con el
último de nuestros silencios con tinte de amargura.

Me quedo con las carreteras estrechas, las dudas,
el silencio en la plaza de un pueblo a medio habitar,
la compañía de una canción que habla de soledad,
y el frío de una chimenea que no pudimos encender.

Me quedo con tu pasión que no dejé de sentir,
con mi locura y  las ganas de volverte a vivir,
me quedo con la esperanza que algún día ha de ser,
con aquella promesa, que no te pude prometer.

martes, 3 de abril de 2012

Entre ellos

Entre ellos y por unas semanas, viví
atado a la melancolía de unos años que
ya no volverán, entre ellos he sufrido y
amado como sin  que lo supieran, me
he roto por dentro y por fuera, para
siquiera intercambiar cuatro palabras
de esas que tanto gasto.

Duchas entre un glamour tendido y
lavado, y con la sonrisa de un hombre
que ya no huele a juventud, he cocinado,
y compartido entre migas y cacharros,
comida de tres días, pizzas del siguiente
sábado, y lo peor siempre por venir, y
lo mejor, ese azúcar salado con sabor a
vitaminas A, B y C.

En Babel se friegan platos con champú
al huevo. He acariciado sonrisas, he
besado abrazos, y me han servido en
bandejas de barro, un café con mil
sonrisas y un bizcocho con sabor a
asado. He compartido algo más que
un piso, con seis locos a diario, y los
viernes ciento y tantos, hemos jugado
al parchís sin hachís, sin porros y casi
sin tabaco, juventud perdida dicen?,
pues como la de antaño, como siempre
y siempre ha sido y ha de ser, unos
viviendo y otros criticando, más bien,
puta envidia cochina de algunos
trasnochados.

Hoy en Berlín hizo frío, más frío que
aquel verano, y volví a Madrid ese
jueves, y a mi hija Sara, la dejé en
sus brazos, ya me toca cama caliente,
y un baño a treinta y seis grados,
primer plato segundo y postre, y
otro postre de vez en cuando, pero
quien tuviera trigo en la piel, miel
en los labios, años en la mochila,
futuros lejanos, seiscientos euros
por mes, meses a diario, amores
de dos noches, noches de tres años,
quien tuviera vecinos como estos,
en cualquier lado.