lunes, 11 de noviembre de 2013

Pongamos que seas tú

No es que tenga el ánimo acelerado por
esta ausencia a diario, ni quisiera me lleves
a rastra como un despojo hecho trizas, al
menos, quiero merecer la  memoria algún
año más, endulzar la amargura de tu saliva.

Sentado a esta orilla se me hace imposible
reconocerme, se fugaron la inspiración y los
duendes a años luz de mi, y hoy aún así, sin
saber el porque, borro el reproche que me
me encontré y lo sentencio a morir en silencio.

Destrozo versos al aliento de una copa en el
mismo bar de siempre, los deberes quedaron
pendientes y he vuelto a suspender aquella
asignatura mortal, tal vez, me deba acostumbrar
a derrapar con estos zapatos viejos y gastados.

Mientras, quedé atrapado en aquel perfume
que nunca me supo a dulce, más bien, me supo
siempre a pecado mortal y a sacrilegio, al
sexto de los Mandamientos, al sexo obseso,
a la distancia y al tiempo, al regreso a tu cuerpo.

Mi baraja ya no tiene comodines, ni amigos en el
infierno mis sentidos, quizás mi penitencia sea el
recuerdo de un olvido y a cambio, tres puntos
suspensivos a la eternidad. Ojalá que alguno se
salve de esta mediocridad, pongamos que seas tú.