Nada como la caricia del viento
o que te adormezca el sol,
y te sorprenda la noche
para mostrarte el camino hacia
donde, y que me estudien tus manos,
y me caliente tu boca, me endulcen
tus labios, y nos sobre la ropa, me
sacie la miel que llevas dentro,
y descansar en tu pecho a recordar los
recuerdos, serle infiel al destino en
cualquier momento, escucharme más,
a mi mismo, y de vez en cuando, hacer
lo que pienso, decir mil veces te espero,
vestir de diario a los domingos,
ajustarme para salir, el sombrero,
y reconocerme de reojo, hacer aquello
y lo contrario, y lo anterior de nuevo,
confundir a la primavera en verano,
despedir al otoño en invierno,
contar los días que no han pasado,
morder de cuando en vez, el suelo.
Nada como ser.
Nacido en Madrid (España) en el año 1953, con historias por vivir y contar, otras por leer, escuchar y aprender, en mi, a menudo la ilusión prolonga el sentido del paso del tiempo, lo retrasa y dilata para que goce aún más de él, un equilibrio éste difícil de alcanzar, y que no me resigno a dejar de intentarlo, día tras día.
viernes, 11 de noviembre de 2011
miércoles, 2 de noviembre de 2011
Preso
Preso de la esperanza sin tiempo,
del desvelo sin sueño, de un abrazo
al desconsuelo en una noche al raso,
del sabor que dejan los fracasos.
Preso de la desidia, del arrebato,
del plato y la cuchara con la que has
de comer, del saber o no saber,
de las caminatas que agotan el alma.
Preso de la calma que me trae la quietud,
de la virtud que a menudo es pecado,
de no alzar el vuelo, del paso a paso, de
palabras y promesas, de besos sin abrazos.
Preso de las caricias al aire, del ayer, de la luz
de entretelas que se apaga antes de prender,
de ese anochecer que ciega a los ojos,
del antojo de esfumarte al atardecer.
Preso de un deseo que nunca compartes,
de la cobardía que habita en los cobardes,
del peldaño que siempre queda por subir,
de sentir nostalgia por lo que nunca viví.
Preso de la aurora que empuja a la noche,
de la luna que no me hizo reproches,
de la oscuridad de las mañanas, del
hueco de tu cuerpo entre las sábanas.
Preso de la fe que no movió una sola
montaña, de la maraña que a vueltas me
envolvió, del dolor que no dolió, de la
esperanza perdida entre Gran Vía y Sol.
Preso de los lunares de tu espalda, de
la cremallera de tu falda, de los
paseos por los pasillos, de las canciones
sin estribillo, del calor de este otoño.
Preso de la melancolía, del futuro sin vía,
de la última verdad que fue mentira,
Preso de las noches sin los días, de las
dudas eternas, de las respuestas vacías.
del desvelo sin sueño, de un abrazo
al desconsuelo en una noche al raso,
del sabor que dejan los fracasos.
Preso de la desidia, del arrebato,
del plato y la cuchara con la que has
de comer, del saber o no saber,
de las caminatas que agotan el alma.
Preso de la calma que me trae la quietud,
de la virtud que a menudo es pecado,
de no alzar el vuelo, del paso a paso, de
palabras y promesas, de besos sin abrazos.
Preso de las caricias al aire, del ayer, de la luz
de entretelas que se apaga antes de prender,
de ese anochecer que ciega a los ojos,
del antojo de esfumarte al atardecer.
Preso de un deseo que nunca compartes,
de la cobardía que habita en los cobardes,
del peldaño que siempre queda por subir,
de sentir nostalgia por lo que nunca viví.
Preso de la aurora que empuja a la noche,
de la luna que no me hizo reproches,
de la oscuridad de las mañanas, del
hueco de tu cuerpo entre las sábanas.
Preso de la fe que no movió una sola
montaña, de la maraña que a vueltas me
envolvió, del dolor que no dolió, de la
esperanza perdida entre Gran Vía y Sol.
Preso de los lunares de tu espalda, de
la cremallera de tu falda, de los
paseos por los pasillos, de las canciones
sin estribillo, del calor de este otoño.
Preso de la melancolía, del futuro sin vía,
de la última verdad que fue mentira,
Preso de las noches sin los días, de las
dudas eternas, de las respuestas vacías.
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