viernes, 2 de noviembre de 2012

Eterna despedida

Un día tal que hoy, se me fue la vida como a ti
pero no tanto, y desde aquel entonces a menudo
paso por alto pensarte como mereces, no me
preguntes como y sin embargo, te siento y te
extraño y sé, que no volveré a verte jamás, y por
eso muero por aquel calor, el mismo que prendió
mi vida en ti a pesar del frío.

Heredé tus ganas de ser, lo que soy y seré y otras
cosas que me guardo, te fuiste al amanecer a un
viaje que no esperabas, tu vida y la muerte
quedaron a tus espaldas,  y fuiste una invitada de
piedra a una sentencia injusta, dejaste huérfana
a tu soledad, y desde entonces habita en mi casa,
y se sienta en mis rodillas y me cuenta, pero se
olvida. Háblame sin pronunciar palabra, acaricia
mi silencio.

Se que ya no podrá ser, o al menos eso creo.
En esta carta que te escribo y mil veces empecé,
dejo amargura y pesar, se que quisieras verme
sonreir, pero hoy detuve el tiempo en el recuerdo,
y la pena regresó, y ardió de nuevo el dolor de
aquellos días sin vida. Quizás hoy por fin me diga
adiós, esta eterna despedida.

A mis últimos besos le faltaron tus besos.



2 comentarios:

Cuerpos a la deriva dijo...

Desgraciadamente se acerca en mi vida una despedida eterna. Y a parte de odiar las despedidas,a ésta le tengo miedo.

Un abrazo fuerte.

Antonio dijo...

Espero que pase y con el tiempo, los buenos recuerdos os acerquen de nuevo si pudiera ser.
Otro abrazo muy especial, en estos momentos.