jueves, 22 de noviembre de 2012

Breve encuentro


Igual que un día amargo o un café oscuro, me vino el
breve encuentro de una tarde ya vencida a dos calles
de ti, ese taxi compartido en un instante milagroso,
o aquella respuesta que olvidé por serte sincero.

El deseo expreso entre tus sienes y mis dedos, y mil      
veces mas una, las gotas de espesura que empaparon
la razón, y no fuimos dueños ni del tiempo ni del dolor,
mientras la imprudencia sonaba a ciegas y en silencio.

Sin preguntar por quien muero, derramaste los excesos
aprendidos en tantos amaneceres sin mi, y atado a la
última mentira me ayudaste a dormir mi única verdad,
y después te fuiste, y ese adiós no pesó demasiado.


Hoy no me queda nada de ti, salvo el gesto de esa prisa
incierta, la puerta entornada que sigue entreabierta, y el
mirar desde una ventana sobre los tejados del mal y
del bien, y quizás, volverte a buscar donde te encontré.

martes, 13 de noviembre de 2012

Mis trece años

Diez de pipas en los bolsillos, pantalón corto,
calcetines bajados, para merendar pan con aceite
y azúcar, para cenar las sobras del sábado, para
vivir, mis trece años.

La sombra sombría de un interior,  la luz encendida
del comedor, por los patios las radios gritando,
el agua caliente en un barreño, medio cuerpo lavado,
la hora de comer un jolgorio, la compra de mercado,
la siesta sagrada de mi padre, en invierno y en verano.

Los juegos, de calle y sudando como había de ser,
las rodillas con barro, las escaleras de cuatro en
cuatro, las mentiras al día, el pavo aún lejano, las
chicas prohibidas, los sueños alborotados, aquella
novia que nunca abracé, mi deseo más deseado,
hubiera cruzado el mundo por besarla, y nunca la
besé después de haberlo cruzado.

Estudios de ninguna esperanza, aprendiz sin el
bachillerato, las tentaciones de una revista abierta,
noche a noche me fueron mojando.
Los domingos pellas sin misa, los viernes
en fila al confesionario, los pecados de mis
desahogos, jamás fueron confesados.
De vuelta a casa dos besos, y a dormir más que
apretados, mis vicios menos compartidos, nunca
lo fueron con mis hermanos.

Y después de aquello hoy me confieso, a ningún
Dios ni a sus becarios, bastaron diez minutos frente
a un espejo, para volver a mis trece años.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Eterna despedida

Un día tal que hoy, se me fue la vida como a ti
pero no tanto, y desde aquel entonces a menudo
paso por alto pensarte como mereces, no me
preguntes como y sin embargo, te siento y te
extraño y sé, que no volveré a verte jamás, y por
eso muero por aquel calor, el mismo que prendió
mi vida en ti a pesar del frío.

Heredé tus ganas de ser, lo que soy y seré y otras
cosas que me guardo, te fuiste al amanecer a un
viaje que no esperabas, tu vida y la muerte
quedaron a tus espaldas,  y fuiste una invitada de
piedra a una sentencia injusta, dejaste huérfana
a tu soledad, y desde entonces habita en mi casa,
y se sienta en mis rodillas y me cuenta, pero se
olvida. Háblame sin pronunciar palabra, acaricia
mi silencio.

Se que ya no podrá ser, o al menos eso creo.
En esta carta que te escribo y mil veces empecé,
dejo amargura y pesar, se que quisieras verme
sonreir, pero hoy detuve el tiempo en el recuerdo,
y la pena regresó, y ardió de nuevo el dolor de
aquellos días sin vida. Quizás hoy por fin me diga
adiós, esta eterna despedida.

A mis últimos besos le faltaron tus besos.