miércoles, 17 de octubre de 2012

Salgo de mi

Salgo a ese camino virgen que no he de pisar,
seguro de que mi pensamiento no ha de borrar
huellas que no sean las mías, a saludar a esa
letanía que aún no ha llegado, a desnudar la
pereza,  a redimir la tristeza.

Salgo a indultar ese sueño por escribir, a olvidar el
porvenir que atrás quedó, a buscar la esperanza
que hoy me dio esquinazo, a tentar a ciegas
amores y abrazos, a probar la suerte en balde,
y a regresar a esa tierra de nadie.

Salgo a buscar esa fragancia imposible y olvidada,
a escapar de ese adiós que vendrá, y a llorar, que
es más que probable, a perderme en lo insaciable,
a enredarme en el próximo pasado, a escribir en
los tejados.

Salgo a salir un tiempo de mi, y a descubrirme a
poco que me pase, a cruzarme contigo una y mil
veces más, a encontrarme con la soledad, y a
pararme frente al mismo escaparate de siempre,
para deshacerme en este inútil deseo.

Salgo a dilatar mis excesos, buscándote entre
todas, a reconocer a la aurora de nuestro último
amanecer, a recuperar el ayer, y a musicar las
penurias de los últimos versos que escribí, a
no pensar, a vivir.

Salgo a sonreir y entre tanto, salgo a salvar de
la quema a los fracasos, a brindar con el mejor
de los vinos, y a vaciar mis bolsillos de ansiedades,
a contar las mentiras en un estribillo, a cantar a
medias las verdades.

Salgo como he dicho, a encontrarme.



viernes, 5 de octubre de 2012

Ese martes pasado

Las casas espesas y las calles ligeras, el miedo ausente,
y las esperanzas llenas de esperanza, las gargantas
rotas, los pies cansados de sujetar un cuerpo al paso,
la ansiedad a tiro de otros, el murmullo silencioso y
los gritos en las esquinas, por un sueño al despertar.

La ciudad entre cuatro calles, los gritos al aire y
el tiempo a otro lado, a otro tiempo, a un tiempo
pasado, la soledad vacía y ausente, sola, la alegría
de tantas bocas encuentran la calma por unos
instantes, la eternidad tiene las horas contadas.

Las canciones de unos por todos cantadas, los ojos
vidriosos de quien no se cree mayor, la razón que
lucha a la desesperada, la parada que inquieta a los
sentidos, el olor a revolución, el caminar por el mismo
camino, el codo a codo, el amanecer al anochecer.

Y tú y yo en medio, ausentes, entre sábanas de
noche y hambre al derroche que no pudimos dejar
pasar, y ese mirar hacia todos lados, para olvidar
el presente y comerte hasta las entrañas, ese querer
que mañana, no haya sido todo un sueño hoy.

Ese sudor del después, y esa carne de tu carne a
la espera del próximo placer, esa espalda que se me
antoja, esa realidad que ya afloja y se lleva todo
lo que soy, ese polvo ya quemado, esa calle llena
de gente que pasó a nuestro lado, ese martes pasado.