viernes, 24 de febrero de 2012

Sucedió en Escocia

a un puñado de días con mi hija María Elena...

Sucede a veces y tuve esa sensación después, que uno camina descalzo por la vida, que la sientes bajo tus pies y a tus pies,  y que esa  fuente de alivio no se agota y a borbotones te alborota, que las horas se hacen cortas y los días eternos, y que aún no acabó ese invierno de treinta días ni ese recreo de placer, que ese orgasmo remueve tus vísceras y que nada importa, que podrías escribir mil idioteces en solfa, saltar sin levantar un palmo, y hasta escuchar la música bailando que en mí ya es decir, y caer rendido un día más abrazado a ella. 
Sucede a veces y tuve esa sensación después, que en nuestro viaje derramamos lágrimas de dicha que hoy navegan, por el Lago Ness

lunes, 6 de febrero de 2012

Apagué la luz

Apagué la luz, para sentir tu presencia
y olvidar tu ausencia de tantos días,
hacer de tu compañía un instante especial.

Apagué la luz, para ocultar mi mentira y tu verdad,
y disfrutar a solas del sabor de tus recuerdos,
para redimir los placeres despiertos de aquel día.

Apagué la luz, para hacerte mía y presente, y
achicar distancias entre mis deseos y tu cuerpo,
y poseerte hasta donde pudo mi imaginación.

Apagué la luz, para abrír veda a mi lujuria insaciable,
y dar rienda suelta a mi pasión aturdida,
para disfrutar más que nunca de lo imposible.

Apagué la luz, para no agredir a mis ojos,
y echarte en falta una vez más, y llorar,
para eso y para mucho más, en la oscuridad.

Apagué la luz, para hacer mío éste milagro,
y sentirte de vuelta a puerto, sin novedad,
para calmar mi ansiedad que no promete.

Apagué la luz, para sentir tu presencia hoy,
porque hace ya que no eres mía una eternidad,
y a estas alturas, solo me queda el pasado.

Apagué la luz, y se hizo de día.