viernes, 5 de octubre de 2012

Ese martes pasado

Las casas espesas y las calles ligeras, el miedo ausente,
y las esperanzas llenas de esperanza, las gargantas
rotas, los pies cansados de sujetar un cuerpo al paso,
la ansiedad a tiro de otros, el murmullo silencioso y
los gritos en las esquinas, por un sueño al despertar.

La ciudad entre cuatro calles, los gritos al aire y
el tiempo a otro lado, a otro tiempo, a un tiempo
pasado, la soledad vacía y ausente, sola, la alegría
de tantas bocas encuentran la calma por unos
instantes, la eternidad tiene las horas contadas.

Las canciones de unos por todos cantadas, los ojos
vidriosos de quien no se cree mayor, la razón que
lucha a la desesperada, la parada que inquieta a los
sentidos, el olor a revolución, el caminar por el mismo
camino, el codo a codo, el amanecer al anochecer.

Y tú y yo en medio, ausentes, entre sábanas de
noche y hambre al derroche que no pudimos dejar
pasar, y ese mirar hacia todos lados, para olvidar
el presente y comerte hasta las entrañas, ese querer
que mañana, no haya sido todo un sueño hoy.

Ese sudor del después, y esa carne de tu carne a
la espera del próximo placer, esa espalda que se me
antoja, esa realidad que ya afloja y se lleva todo
lo que soy, ese polvo ya quemado, esa calle llena
de gente que pasó a nuestro lado, ese martes pasado.

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