Poco a poco todo vuelve a ser como era,
el tiempo pasa sin gloria y sin pena
y sucumbes a la bruma de la rutina templada,
que te aplasta como el sol ardiente
en una tarde sin sombra, la gente
sigue donde estaba, y todo igual que antes
te recuerda que el precio por volver, es la
indolencia y el precio por no amar,
no pensar, no ser.
A veces te das por vencido, y en ese suicidio
muriendo, vivimos el mas dulce de los sueños,
del que nunca quisieras regresar. Luces,
cantos de sirena y campanas que no suenan
te despiertan, y en nombre del olvido
te roban del recuerdo, lo que
un día te dieron a probar.
2 comentarios:
Las tardes sin sombra para resguardar el corazón pueden ser letales.
Un saludo, Antonio.
Haces poesía de la rutina y el hastío.
Un abrazo
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